Foto: Justin Welby y Bartolomé I, durante su encuentro personal en 2014
Por Bartolomé I* y Justin Welby**
(19/VI/15) El martes, la revista médica británica The Lancet publicará un informe destacando el inalienable e innegable vínculo entre cambio climático y salud humana. Damos la bienvenida al informe de la esperanza, que confirma el hecho de que el cambio climático es más que un desafío técnico o financiero (como Francisco de Romas lo ha señalado en su encíclica del 18/VI/15) y confirma la voz de la salud en la discusión sobre el cambio climático. De hecho, la premisa central de trabajo de la Comisión Lancet es que la lucha contra el cambio climático podría ser la única gran oportunidad de salud del siglo XXI.
Un chico tiró artículos reciclables en un vertedero de basura en Gauhati, India. Esa nación se ha negado a aprobar las políticas de cambio climático sin la promesa de ayuda de los países ricos.
No es ninguna sorpresa que el cambio climático tiene el potencial para establecer nuevamente la salud mundial. Las emisiones de gases de efecto invernadero que calientan el planeta provienen de la actividad industrial que contamina nuestro aire y agua, y los cambios de temperatura pueden conducir a la sequía que lleva a la desnutrición. Aquellos con poco o ningún acceso a servicios de salud —niños y ancianos en particular— son más vulnerables a tales dificultades.
Sin embargo, la salud es síntoma de un problema mayor, que socava y fragmenta nuestra visión del mundo que es más amplio. Además de destacar los efectos del cambio climático, debemos abordar la raíz del problema. Al hacerlo, descubriremos cómo los beneficios de asumir la responsabilidad moral y tomar acción inmediata —no sólo en asuntos relacionados con la salud, sino también en la economía y la política mundial— superan el costo de permanecer indiferentes y pasivos.
Este vital informe de The Lancet es concluyente y lo demuestra con autoridad. En Resumen, resulta que nuestra respuesta al clima cambio —tanto en términos de mitigación y adaptación— reducirá el sufrimiento humano, preservando la diversidad y la belleza de la creación de Dios para nuestros hijos. Generosa y abundante la creación de Dios, que a menudo damos por sentado, es un regalo para todos los seres vivientes y todos los seres vivos. Por lo tanto, debemos garantizar que los recursos de nuestro planeta son — y seguirán siendo — lo suficiente para que todos puedan vivir vidas abundantes.
El informe no podría aparecer en un momento más importante y sensible en la historia. Este año, como todos los ojos, miran las venideras negociaciones del clima de París y mientras los gobiernos se preparan para firmar un compromiso universal, la temperatura global aumenta, hemos llegado a un punto crítico de inflexión. Estamos — como nunca — en una posición para elegir la caridad sobre la avaricia y la frugalidad sobre el derroche para afirmar nuestro compromiso moral con nuestro prójimo y nuestro respeto por la tierra. Los derechos humanos básicos, como el acceso al agua potable, aire limpio y alimento suficiente, deben estar disponibles para todos sin distinción ni discriminación.
Debido a nuestra fe en Dios como creador, redentor y sustentador, tenemos la misión de proteger la naturaleza, así como a los seres humanos. La obligación de todos los seres humanos es trabajar juntos por un mundo mejor, en el que todos los seres humanos puedan prosperar; nuestra vocación cristiana es proclamar el Evangelio inclusivo y comprensivo.
Para ello, a mediados de la década de 1980, cuando el movimiento ambiental basado en la fe llegó a ser conocido como cuidadoso de la creación, no era ni político ni de moda, el Patriarcado Ecuménico inició las pioneras iniciativas medioambientales. En 1989, se estableció un día de oración por la protección del medio ambiente y, desde 1991 hasta la fecha, convocó una serie de simposios y cumbres sobre una base interdisciplinaria, interconfesional e internacional. Su visión ecuménica y ecológica ha sido adoptada en parroquias y comunidades de todo el mundo.
En 1984, el Consejo Consultivo Anglicano adoptó cinco marcas de misión, la quinta es: “esforzarse por salvaguardar la integridad de la creación y mantener y renovar la vida de la tierra”. En 2006, la iglesia de Inglaterra inició una campaña nacional por el medio ambiente Reduciendo la huella, para encausar a toda la iglesia en dirección del cambio climático —en la fe, práctica y misión—. En 2015, se estableció una directriz clara para los organismos nacionales de inversión de la Iglesia de Inglaterra, en apoyo a la transición a una economía de bajas emisiones de carbono, para alinear las inversiones de la iglesia con su testimonio.
Como representantes de dos de las principales comuniones cristianas, hacemos un llamamiento a los gobiernos del mundo para actuar con decisión y conciencia, mediante la firma de un acuerdo ambicioso y esperanzador en París durante la Conferencia del Clima de las Naciones Unidas, COP21, a finales de este año. Esperamos y oramos para que este pacto contenga una meta clara y convincente a largo plazo, para trazar el rumbo de la descarbonización en los próximos años. Sólo de esta manera podemos reducir la desigualdad que fluye directamente desde la injusticia climática dentro y entre países.
El informe de The Lancet es una prueba más de que todos nosotros debemos actuar con generosidad y compasión por nuestros semejantes, actuemos sobre el cambio climático ahora. Esta es una responsabilidad moral compartida y requisito urgente. La sociedad civil, autoridades gubernamentales y líderes religiosos tienen la oportunidad de hacer la diferencia de una forma que llene nuestras diversas opiniones y nacionalidades.
*) Bartolomé, Arzobispo de Constantinopla-Nueva Roma y Patriarca Ecuménico, es el líder espiritual de la Iglesia Ortodoxa oriental.
**) Justin Welby, Arzobispo de Canterbury y Primado de la Iglesia de Inglaterra, es el líder espiritual de la Comunión Anglicana.